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Coronavirus, año I

Ha pasado ya un año y, en cierto modo, parece que fue ayer. Ha pasado ya un año y, en cierto modo, parece que fue hace una eternidad.

Un viernes por estas fechas nos despedíamos de los pequeños con mucha incertidumbre y con la esperanza de que fuera solo por quince días ¡Qué ilusas! Aquel viernes dio paso a muchos otros viernes, aunque realmente ya ni supiéramos qué día marcaba el calendario. Nos quedamos en casa con la esperanza de que todo saliera bien. Vimos la vida a través de ventanas y pantallas. El bicho nos robó el mes de abril, alargó el invierno sin que supiéramos cuánto duraría. Tres meses y medio en el que el mundo se paró. Emaús, por supuesto, también… Aunque no del todo.

Mantuvimos el contacto con las familias, recomendamos lecturas, dábamos algún consejillo para los peques que ya estaban preparados para despedir al pañal y, por supuesto, felicitábamos a los cumpleañeros. También enviamos vídeos llenos de ánimo y cariño para nuestros campeones, que demostraron estar muy por encima de lo esperado y dieron una lección de saber estar.

Como la que dan cada mañana al llegar al centro. Toma de temperatura, desinfección de manitas y calzado, y una sonrisa para completar el ritual. La suya, a la vista; la nuestra, casi perenne al ver cómo evolucionan, se la imaginan detrás de la mascarilla.

Inmersos en esta nueva realidad han pasado ya doce meses desde que Emaús se quedó sin alegría. Afortunadamente, y sin bajar la guardia, volvimos para aprender y disfrutar. Y nuestro patio se ha vuelto a llenar de sonrisas.

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